Actualmente tengo dos publicaciones disponibles en la red:
una contribución a un congreso y un artículo de revista. Yo me paré a pensar
sobre mi nombre científico después de publicar la contribución al congreso y
decidí que publicaría con mi nombre y primer apellido (Alberto Berrueta). Un poco
tarde, porque este primer documento lo había publicado con mis dos apellidos. El
apellido Berrueta no es muy común, por eso decidí utilizar este nombre y no
incluir mi segundo apellido.
Al acceder a Google Académico y realizar la búsqueda AlbertoBerrueta, estas dos publicaciones se encuentran en quinto y séptimo lugar y el
resto de resultados no tienen nada que ver conmigo. De hecho, si se añaden las
comillas buscando “Alberto Berrueta”, Google únicamente genera tres resultados
que son mis dos publicaciones (una de ellas está repetida). Si se busca solo
por la inicial de mi nombre y mi apellido (“A. Berrueta”) se encuentran multitud de
publicaciones de un profesor de Química Aplicada de la UPV (Luis Ángel Berrueta). Este “lejano familiar” mío firma siempre con sus dos nombres y su
apellido (L. A. Berrueta), por lo que rápidamente el internauta se da cuenda de
que no se corresponde con mi nombre y se elimina cualquier posible ambigüedad.
Por último, he buscado en Google mi nombre: ”AlbertoBerrueta” y, de los diez primeros resultados, todos se corresponden conmigo excepto el cuarto (que es el perfil de Facebook de un tocayo venezolano) y el octavo
(el registro como trabajador autónomo de otro tocayo vizcaíno). Además, en las
seis primeras imágenes que muestra Google Imágenes salgo yo.
Por tanto, el nombre de Alberto Berrueta es suficientemente “raro”
tanto en el sector académico como en Internet en general como para poder ser
identificado de forma biunívoca.
Buen ejercicio, ya sabes quien eres en la red ;-))
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